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Mi esposo y yo decidimos que era tiempo de darnos un merecido descanso, de recargar las pilas, apapacharnos, disfrutar unos días de tranquilidad, comer rico y reavivar la llama del amor. Buscamos varias opciones en Internet; ya unos amigos nos habían recomendado Sierra Lago y cuando vimos las opiniones positivas de numerosos viajeros que habían quedado encantados con este lugar, decidimos conocerlo personalmente.

Nos encanta viajar y salir a la carretera, por eso desde el trayecto ya estábamos disfrutando el maravilloso paisaje de la sierra de Jalisco. Salimos de Guadalajara y pasamos por Ameca, Mixtlán, Atenguillo y Talpa, pueblos todos ellos encantadores donde aprovechamos para desayunar y comprar un par de artesanías. Cuando entramos a Mascota estábamos impacientes por llegar a Sierra Lago; el último tramo lo recorrimos con el deseo y la expectativa de llegar a la Tierra Prometida, y así fue.

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De repente se abrió ante nuestros ojos un escenario que nos emocionó: los verdes prados, la arquitectura en armonía con el paisaje y la serenidad milenaria de la laguna de Juanacatlán, bordeado por la majestuosa y exuberante montaña. Fuimos recibidos con una sonrisa y en unos minutos ya estábamos instalados en nuestra confortable cabaña, equipada con modernas comodidades, pero con un fascinante encanto rústico. Todo era limpieza, quietud, aroma a naturaleza y una vista desde nuestra terraza verdaderamente inspiradora.

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La aventura gastronómica comienza

Mi esposo y yo siempre hemos sido sibaritas: amamos la comida, nos gusta probar y experimentar distintos tipos de cocina; a veces pedimos platillos diferentes y no damos a probar el uno al otro; de hecho, en las ciudades que visitamos siempre tenemos algunos sitios predilectos perfectamente localizados a donde regresamos una y otra vez.

Una vez instalados en nuestra cabaña, nos dimos una ducha, nos cambiamos de ropa y salimos a recorrer esta sucursal del paraíso en la tierra, caminamos por la enorme propiedad, estuvimos contemplando el lago y llenando nuestros pulmones de aire puro (para nosotros, que vivimos en la ajetreada ciudad, el aire de Sierra Lago era como tocar el cielo). A esa hora ya habíamos acumulado suficiente hambre como para disponernos a probar lo que nos ofrecía Sierra Lago; sabíamos que esa primera experiencia sería crucial. De nuestra vivencia gastronómica dependería que regresáramos o no a este resort que en belleza, atención y comodidad ya se había ganado nuestro corazón.

Saborea el Exquisito Lujo de la Quietud - Nuevo lobby bar y restaurante

Fuimos al restaurante La Capilla, situado al otro lado de la laguna; nos gustó mucho su arquitectura, con las mesas situadas prácticamente al aire libre y la distancia conveniente entre sí, lo que nos dio tranquilidad por el tema de la salud; el mesero nos recibió amablemente y la vista nos hechizó; sólo faltaba la prueba de fuego: la comida.

De entrada pedimos unos tacos de requesón, que nos hicieron sentir como si estuviéramos en la cocina de la abuela; hechos con queso de Juanacatlán frito con jitomate, chile poblano y una pizca de comino. Al primer bocado mi esposo me lanzó una mirada de aprobación a la que yo asentí, pues el sabor era verdaderamente maravilloso, como las delicias que te sirven en el rancho, con ingredientes frescos y un sazón exquisito.

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De plato fuerte no sabíamos si decantarnos por el molcajete para dos personas, que incluye arrachera, pollo y chorizo, con su respectivo guacamole, frijoles, cebollitas y nopal asado, acompañado de tortillas recién hechas; aunque nos tentó, decidimos dejarlo para nuestra próxima comida y yo pedí un pipián, ese platillo tradicional de la región que cuando está bien hecho es un verdadero manjar de los dioses. Mi esposo pidió el Chile Doña Lupe, relleno de carne y acitrón, cubierto de crujiente pasta de hojaldre. Estuvimos dándonos a probar de nuestros platillos y acordamos que estaban exquisitos. De postre nos enamoramos de la nieve artesanal de vainilla y dejamos para el día siguiente la tarta de elote.

“Como ya era un poco tarde caminamos para bajar la opípara comida y nos fuimos a refugiar a nuestra confortable cabaña, donde dormimos un sueño reparador, favorecido por la quietud y la paz del lugar, además de la cama celestial. Hacía mucho que no descansábamos tan plácidamente.

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“Al día siguiente teníamos programado ir a dar un paseo a caballo y disfrutar de la alberca climatizada y el jacuzzi al aire libre. A la hora de desayunar nos dirigimos a La Terraza, restaurante que, como su nombre lo indica, tiene sus mesas distribuidas en la terraza del edificio de Recepción, ahí tampoco cabía la más mínima preocupación por la sana distancia, estar al aire libre nos permitió enfocarnos en el primer alimento del día (La Terraza también tiene la opción de consumir tus alimentos en el interior, por ejemplo cuando hay lluvia, pero el lugar es tan amplio y espacioso, con sus techos altos y mesas alejadas que también es garantía de seguridad). Ahí compartimos un plato de frutas, pedimos jugos naturales, él pidió café y yo preferí chocolate y pan. De platillo principal elegí unos chilaquiles verdes con pollo, queso fresco y crema y él optó por la carne tampiqueña, con frijoles, una quesadilla y huevo estrellado. Nos habíamos prometido comer rico y lo estábamos cumpliendo.

Por supuesto que vamos a regresar a Sierra Lago, los días siguientes de nuestra estadía surcamos el lago en un bote para dos, paseamos en calandria, hicimos senderismo y, principalmente, descansamos y comimos como Dios manda. El paquete todo incluido nos permitió probar muchas de las delicias que ofrecen La Capilla y La Terraza y tomarnos un tequilita de vez en cuando. Regresamos a casa con una sensación de renovado entusiasmo y contentos de haber vivido una experiencia que sólo podría calificar como mágica.